En el fin del siglo XIX encendieron un “farolito” que ya no alumbra – Por Miguel Cabrera Arriaga

Bar El Farolito Nueva Helvecia
Ex Bar El Farolito en Nueva Helvecia

El novel pueblito de 1894 en esta Colonia Agrícola Suiza Nueva Helvecia, hacía sus primeros movimientos edilicios. Eran contados con los dedos los existentes, uno de ellos era un simple rancho en una esquina junto al alambrado de la que sería la plaza pública… la polvareda se levantaba ese día por la sequía y el fuerte viento del norte…pero, de pronto la diligencia arribó igualmente cumpliendo con sus clientes, ese día venían dos o tres pasajeros y cajones sobre el techo, sudorosos corceles, polvorientos chofer y acompañante. Descendieron en la improvisada agencia de la compañía. Esa diligencia pertenecía a un ciudadano venido desde el Piamonte italiano, había nacido por el año 1845, su nombre era Vicente, sus apellidos Delfino Bruno. Mientras su ayudante atendía a los pasajeros, Vicente registraba que su revólver, un tipo Colt, estuviese a punto, eran tiempos muy difíciles los que se vivían por aquellos días, siempre existía la posibilidad de alguna emboscada y él debía defender a sus clientes y la carga…lentamente verificó las balas que quedaban en su canana. Su recorrido era entre San José y Nueva Helvecia, por el camino del carretón, una zona muy desolada por entonces y también peligrosa. Él era sin duda un hombre visionario de aquellos tiempos, se debía adelantar por lo tanto al pobre futuro de ese tipo de transporte, consecuencia por la llegada en unos años más del ferrocarril hasta esta zona, observaba día a día en su travesía como avanzaban con la instalación de las vías férreas; había que prepararse con tiempo en otra actividad pensando en su familia, ese negocio se iría agotando día a día. …

En esa esquina donde estaba parado, mientras descansaban un rato, tras un trago y otro trago de agua fresca, surgió el chispazo, ese era el lugar ideal para instalar un negocio, en el pleno centro del que sería el pujante pueblo, por otro lado se venía el cambio que se produce en cada siglo, y entonces asoció sus ideas… ya está, ese sería el nombre que pondría a su futuro negocio…se llamará…”Fin de Siglo”, y con la esperanza de comenzar uno mejor, partió nuevamente la diligencia, pero ahora con otra idea en el rostro de su conductor se mostraban rasgos de alegría…Y, así surgió la idea la cual se concretó, finalmente. Ya entrando el año 1900, aquel ranchito inicial, sufre las modificaciones en sus estructuras con la inclusión de nuevos materiales, y ya terminado ese hermoso inmueble pasa a ser “Almacén fin de Siglo”, primeramente de Vicente y Umberto E. Delfino, y luego sólo de este último nombrado.

El rubro de actividad era despacho de bebidas y almacén como lo indica un mural que se encontraba pintado en una de las paredes del local, pero además, contaba con barbería, peluquería, la que tenía como forma de identificación, según dicen, un mástil pintado con dos colores que lo hacía visible desde varias cuadras. Además había un consultorio médico; este era atendido los días miércoles por el Doctor Juan Giampietro, facultativo que venía desde el poblado de Rosario del Colla. …Quisimos ver qué pasaba por el año 1912, y el censo efectuado en ese tiempo, nos indica la presencia de la empresa Delfino. Esta prosigue hasta el año 1916, cuando el almanaque marca el mismo, se hace cargo del negocio otra empresa. De acuerdo a la documentación encontrada podemos decir que la Confitería y Café “Fin de Siglo” a partir de ese año, pasó a ser dirigido por Felipe Criado, El Maragato.

Posteriormente toda esa zona del pueblo es adquirida por el fuerte empresario de aquellos años don Andrés Prieto quien fue también socio en el Hotel del Prado y Presidente del Consejo Auxiliar del pueblo. De acuerdo a sus parientes, el señor Prieto tenía inmuebles que abarcaban desde la vieja farmacia Calvi, ex liceo de Nueva Helvecia, hasta el límite con la antigua impresora Gilles en la Calle Berna, casi media manzana entera, y también comprendía la ubicación de la cual tratamos de actualizar su historia.… Cuando llegamos a 1920 ese negocio ubicado en la calle que lleva el número 10 del antiguo pueblo, (calle Berna), pasa a ser administrado por Carmelo Vicuña y su hermano que además contaban con dos establecimientos más y al decidir tomar rumbo con sus emprendimientos a la localidad de Rosario en el año 1925 lo venden a Enrique Rigo Righi y Cía., que también fue propietario de otros negocios similares. En ese cambio constante de los dueños del establecimiento, llegó a explotar el lugar Alberto Soulier.

De acuerdo a los comentarios de gente habitué, se cambió el nombre del bar por el de “Boliche del Sapo”, pero con la aclaración de que no es el mismo que conocimos con ese nombre en ex calle Montevideo, ahora Ihmoff y Avenida del Puerto conocida actualmente con el nombre de Federico Gilomen, que perteneció a Juan Gschwend, aquel suizo que fue asesinado por un trabajador en la época de la instalación del ferrocarril.… Tiempo después, siguiendo con la investigación pudimos encontrar otra empresa explotando el mismo, Peña y Delgado.…Un habitué del lugar…le decían el vasco, la gente que pasaba por aquí en los años del 50 lo conocía muy bien. Dicen que era huésped del Centro Auxiliar de Salud Pública en esos años que funcionaba el mismo en el inmueble ubicado en diagonal con este lugar, posterior consultorio del Doctor Bruno Jourdan. En ese centro de salud realizaba trabajos de fajinero y también de mandadero. Era una persona tan popular que hasta el artista Francisco Siniscalchi le dedicó un cuadro en el año 1939, donde aparece su figura. Una de las postales que recuerda su persona, era la de verlo sentado detrás de la ventana del bar El Farolito con su clásica boina roja.

Siempre, como en un ritual, pedía al mozo “dame una coco coio”, se refería a la clásica por entonces Coca Cola de botella chica.…Otra anécdota con este personaje del pueblo, me la contó un veterano amigo: “cuando en mi niñez junto a mis hermanos pasábamos todos los días frente al bar El Farolito con rumbo hacia el hogar de mi tío Alfredo por entonces en el barrio de Nacional en busca de la leche, ya que él tenía vacas al lado de la cancha del club, siempre estaba el Vasco Letroi sentado debajo del alero que tenía por entonces el bar, y cuando nosotros nos enfrentábamos, tenía una frase que repetía siempre: “Salta Violeta, salta”, entonces hacía saltar una especie de Yoyó que tenía consigo.

Siempre recuerdo esos momentos, fue sin duda un personaje de este pueblo”…La gente pregunta… ¿en qué año se le nombró bar “El Farolito” y quien fue el autor de dicho nombre?…Por el año 1954 este negocio fue adquirido por el señor Octavio Delucchi Nebel, quien marca el lugar con el sello “El Farolito”.…¿Quién confeccionó el cartel con ese nombre?… El cartel de propaganda fue confeccionado por el pintor de letras de ese momento, el señor Augusto Bierwirth.… Más adelante fueron otros propietarios u arrendatarios del bar el Farolito, las siguientes personas: Sr. Espinosa, Oscar Omar Moreira, Rogelio Ingold. Por el año 1958 Fernando Silvio Toledo. Ya en el año 1962, Bieito y Schnyder que además explotaban el servicio de taxi. Llegado el año 1963, Juan Suárez que tenía el seudónimo de El Gallego. Luego el señor Dimar Espinosa estuvo al frente del negocio por 4 años. Por el año 1976 asume la dirección Ernesto Karlen, luego Oscar Matter desde 1977 al 79, posteriormente Pablo Pose, Walter Celentano…desde el 18 Noviembre 1979, el señor Nelson Castellano, que lo hace hasta el 18 de Noviembre de 2012.…Como mozo de este bar, recordamos también la presencia de una persona muy respetada y por el cual el público tenía gran aprecio, don Juan Turconi, que por allá desde el año 1977, lo veíamos ya a las cinco y media de la madrugada atendiendo a los primeros clientes viajeros que salían temprano para sus trabajos en las distintas compañías de ómnibus…El último mozo que sirvió copas en el recordado y tradicional bar EL FAROLITO, fue Hugo Darío Bulla Santos, para los amigos el popular “el tarta” o “el Bulla”, con su risa inconfundible que desprende una especie de letanía interminable que más le hace reír y tentar. Un clásico, un personaje de esta esquina del pueblo. Además de su actividad como mozo del establecimiento, hacía el reparto de las encomiendas de las agencias allí ubicadas de las compañías de transporte, Colonia y San José. Trabajó en este negocio treinta y tres años.

Otros mozos que se recuerdan y que atendían la barra o las mesas, Mario Suárez, Walter Dávila, Omar Collazo.…En una de las paredes del antiguo bar, había una foto, y gracias a la gentileza del último dueño del mismo, el señor Nelson Castellano, la pudimos escanear para ustedes. Era la figura de Miguel Ángel Arney o Harney, este apellido lo hemos visto escrito de las dos maneras; había sido carnicero en la localidad de Libertad. En la zona siempre lo asociábamos colaborando en las ferias locales, y con la venta de rifas. La foto habría sido tomada en el Helvético Athletic Club, mientras que otras personas que le conocieron, nos manifestaron que la misma fue tomada en otro histórico bar, el de Ramos. «Nos muestra la imagen de un cantante o recitador que parece con su presencia, su mirada profunda, estar volcando sus notas, y decirlas a quien lo observa en ese momento” … Quedaron en la memoria de los pobladores neohelvéticos frases con el sello de Arney o Harney, tales como: “lo sacó un amigo de Montevideo que vino a la feria”… “Ya sé para donde me llevan, y lo llevaba un policía del brazo”… “El lunes” o “hasta el lunes”. Fue una persona muy popular en la sociedad neohelvetica.…

Una de las actividades que se desarrollaban en este bar por los años de 1970, eran las reuniones de la Divisional B de la Liga Helvética de Football, los delegados y los neutrales entraban por la puerta que da a la calle Berna, en esos momentos el conserje era el señor Dimar Espinosa…y la melancolía aflora en cada veterano del pueblo que vio como atracaban, y al frenar dejaban escapar el sonido de sus frenos de aire, o salían haciendo rugir sus motores los ómnibus de las distintas compañías, “Compañía Colonia”, “Compañía San José”, los ómnibus a las playas o hacia la localidad de Cufré…observando sentados en aquellas sillas de chapa, haciendo tiempo debajo del alero…el sonido clásico al destapar el mozo algún refresco o cerveza aun con su tapita metálica, sacando el destapador desde su bolsillo del saco blanco o celeste. Cuanta tertulia entre gente, muchas veces simples desconocidos, pero la espera, los convertía en casi amigos… ¿usted de donde es?… “espero el ómnibus que va a la playa”…Ah, ¿y como está por allá?…no terminaban a veces la charla porque el ómnibus, no esperaba…

Pero este lugar tenía magia, tenía movimiento…tenía un farolito, pero no era uno normal…era un farolito con historia…que arrancó en el “Fin de Siglo”… en 1954 lo prendieron y dio luz por muchos años, pero ahora lamentablemente se apagó.

Como nos contaba la voz de Carlos Gardel: Farolito viejo del barrio malevo broncea la esquina con pálida luz alumbró el reparto después del laburo y ha sido en la noche también batitú

Coordinación Miguel Cabrera Arriaga

Más información y fotos: Port Ratsel

3 comentarios sobre «En el fin del siglo XIX encendieron un “farolito” que ya no alumbra – Por Miguel Cabrera Arriaga»

  1. Me encanto la historia del Farolito !!! cuantos recuerdos lindos, llegar corriendo a tomar el omnibus para ir a estudiar y no esperaba jaja graciassssss

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