Había una reunión de amigos aquel sábado de febrero caluroso sentados al cordón de la vereda en calle Rodó, la sombrita de los árboles daba un medio natural hermoso.
La gente que pasaba, algunos saludaban hasta con la mano levantada, y otros con una mueca de interrogación en el rostro miraban para otro lado como diciendo mejor me las tomo de aquí, porque estos veteranos me van a pedir algo. Recuerdo a esos amigos que ya no están en el plano físico, y tenían presencia ese día. Les cuento pasando lista; Chin Chin, Osvaldo, Juan Carlos, el Coco, Baltazar, Raulito, Ricardo. Juan y Pedro habían avisado que no venían porque se iban a acampar.
Pero entre otros más jóvenes que estaban, sumamos las edades de todos y nos dio más de 680, número que jugamos posteriormente a la quiniela, seguimos pobres, ni se vio en toda la lista. El tema del día, tratábamos que siempre hubiese uno, y ya que estábamos en el mes del Carnaval, darle duro a la lengua y a las lonjas, pero sin ofender a nadie, ese era el reglamento.
Y así nomás, de a poco cada uno iba presentando sus recuerdos, ya que el tema no se le comunicaba a nadie previamente, era espontáneo, y había que estar preparado, era un examen permanente para reactivar las neuronas, para que no se adormecieran. Y por allí saltó Chin Chin, el que estaba más acostumbrado a hablar en público por su propio trabajo de Juez de Paz. ¿Recuerdan cuando fulano, digo fulano porque está prohibido decir nombres propios de acuerdo al reglamento de este barrio, se puso a bailar el Himno Nacional en una fiesta del carnaval? Y por allí saltó creo que fue Osvaldo, ¿pero no fue en un aniversario de fiesta patria? Sí, pero esa fue otra vez.
Se acuerdan que había una costumbre en un tiempo en que las fiestas, inclusive hasta en los bailes, las orquestas comenzaban tocando el himno. Resulta que comenzó el carnaval que era una fiesta muy interesante, muy importante por aquellos años en este pueblo, y que se festejaba con mucho entusiasmo. Actuaba la banda del municipio local, que tenía autonomía por ese año, no me acuerdo quién la dirigía por entonces porque pasaron varios buenos directores, me acuerdo que el primero fue un señor Guadalupe que antes fue director de la banda de Colonia, estuvo también Esteban Naviliat, luego el catalán, el verdadero nombre era José Sosa pero todo el mundo lo conocía por el catalán Klappenbach. Que buena banda habían formado. Interviene Osvaldo, te acordás que la integraban Santiago Aellen, los hermanos Begle, estaban también Caraballo, Predari, Arturo Vila Naviliat que tocaba el clarinete, Carlos troche, Juan Cagnani, Alberto Questa, Roberto Cuttinella, Casco, Carlos Schmidt, y de los más jóvenes me acuerdo de Reinaldo Ramos (Ramito) porque era vecino y también tapicero, siempre nos arreglaba algún sillón, se acuerdan que tenía una carrot amarilla y una camioneta Rugby del año 29.
Se agregaban y salían constantemente los músicos porque muchos intercalaban la banda y también se las rebuscaban tocando en las distintas orquestas. Y como les iba diciendo…, continúa Chin Chin y le pido al señor Presidente de esta honorable asamblea callejera que no permita más la intervención de los demás integrantes a menos que soliciten como corresponde el uso de la palabra, risa de por medio. La cosa fue que arrancó la banda tocando el himno nacional, estaba llena de gente la plaza pública, con los adornos, las banderitas desde columnas a columnas, los puestos de ventas de golosinas, de chorizos, de tortas fritas, toda la ambientación que se puedan imaginar, gente por todos lados, todo el pueblo reunido creo que en las casas quedaban solamente los perros y los gatos y algún loro. Los funcionarios policiales inmediatamente que arrancaron las estrofas del Himno, se cuadraron haciendo la venia como es de reglamento, permaneciendo en situación de firmes durante todo el tiempo de los acordes.
Pero, pero, dio la casualidad que desde el boliche de don Antonio Meny, salió bastante mamadito el que vos te imaginás, Coco, lo conociste muy bien por tu trabajo en el ramo de los boliches…Asiente Coco, con una sonrisa y aprobación con la cabeza, sigue el relato Chin Chin…Y, ¿Qué mejor idea tuvo? Comenzó a bailar en el medio de la calle a la vista de todo el público y los policías el himno como si estuviera escuchando una canción de Alberto Castillo, como esa que dice: “siga el baile, siga el baile”. Te digo, creo que el acorde del himno no había todavía llegado a la última palabra de “Sabremos cumplir” cuando el que te dije iba en andas entre cuatro policías que no le permitieron que gastara zapatos durante el trayecto a la seccional quinta. Por los días de carnaval al menos no se le vio por la zona. Como a los quince días lo encontramos, no sé si se habría caído porque tenía algunos moretones no quisimos ser groseros y no le preguntamos que le había pasado, pero nos podemos imaginar.…
Por allí alguno de los más jóvenes preguntó si en este pueblo que tiene tradiciones de inmigrantes europeos con otras formas de expresión, si se festejaba con entusiasmo en los primeros años el carnaval que tiene más bien, otros orígenes: Baltazar, un recordado amigo que ya contaba cerca de noventa, había sido uno de los grandes relojeros con que contó esta ciudad, pidió la palabra:… Ustedes saben que yo tengo por mi descendencia sangre de gringo inmigrante, pero, ustedes no se imaginan con que entusiasmo trabajamos en el carnaval del 60, aprontando carros alegóricos, y principalmente donde iban las reinas del Carnaval. Para el buen éxito, construimos un gran carro que simbolizaba un Ganso el cual era tirado por un tractor. El trabajo fino que tuvimos que realizar para dejarlo lindo, horas y horas de trabajo gratuito, simplemente por aportar algo a la comunidad, para que se divirtiera la gente, para que apreciara las cosas lindas que se pueden llevar adelante con empeño.
La parte artística de pintura la realizó el maestro Carlos Schmidt que era un experto en ese sentido. ¿Saben cuántos kilos de harina tuvimos que usar para realizar este trabajo?…setenta…La voz baja de Ricardo se escuchó, se había sentado un poquito más lejos porque la sombra sino no le llegaba ”que cantidad de tortas fritas podrían haber hecho”. Si, continuó Baltazar… pero, sin ninguna duda este trabajo solidario nos hacía sentir bien a todos.
Y la charla se empezaba a poner linda, a cada uno parecía le venían a su memoria nuevos recuerdos al escuchar al otro, parecía que le daba pie para largarse, o cuerda para seguir. Por allá recuerdo que levantó su dedo índice Osvaldo, vieron que pedí la palabra, que conste en actas: “ustedes se acuerdan que la gente venía de todos lados. Que cabezudos se confeccionaban, se hacían muy interesantes rostros. Los que se disfrazaban de gigantes practicaban unos días antes en zancos para mantener el equilibrio, más de uno se pegó cada porrazo que no te digo nada.
Tenían que tener cuidado con no tocar los cables del alumbrado público que atravesaban las calles, no sé si recuerdan que los faroles del centro de la calle estaban atados con una cuerda desde unos ganchos que sobresalían desde algunas inmuebles, entonces se le daba la altura que uno quería, en el farol frente a mi casa hasta hace unos años atrás, la piola se ataba a un gancho, recuerdo venía a cambiar la lámpara cuando dejaba de funcionar Berois el portero del municipio que era el encargado de verificar en las noches las luces que no funcionaban para cambiarlas a la mañana siguiente, y les digo más, cuando no había stock en la Junta local, los vecinos comprábamos las lámparas y Berois las instalaba. Intervine Coco: se acuerdan los miles de kilos de serpentinas que al otro día de la noche de carnaval se juntaban con los carritos tirados por caballos. Había mucha gente que los pedía para con ellas hacer el relleno de los colchones, no había colchones de polifon como ahora, había que hacerlos y eran caros, nos rebuscábamos de cualquier manera, y me acuerdo en este momento del padre de “Pocholo” Aunchain, don Juan Aunchain, que trabajaba en la Junta local, en la época casi del 50, él era el encargado de hacer tirar las bombas de estruendo y también de toda la cohetería que animaba la fiesta.
Los pobres perros de los vecinos tenían temor a esa época del año, pobres me imagino lo que sufrirían esos animalitos, con esos estruendos que hasta a uno se le hacían insoportables, parecía que se movía todo. Pide nuevamente la palabra Baltasar:.. Me acuerdo que las fiestas carnavaleras se realizaban principalmente alrededor de la plaza, en mi juventud. Y, ahora que me estoy acordando hubo una época en que los corsos los hicieron en calle Colonia, que ahora conocemos como calle Luis Dreyer, y otro por la calle Berna, justamente me vino a la memoria, en este momento. El clásico corso por las calles y el desfile de los hermosos carros tirados por caballos, era un espectáculo asombroso como se preparaban los vestuarios, como se adornaban los mismos. Inclusive hasta recuerdo que un año en esos mismos vehículos que iban desfilando se le abría la tapa trasera y se les acondicionaba para aprovechar ese momento, y se iban preparando tortas fritas y vendiéndolas al público, era un espectáculo distinto, pintoresco, había ingenio aplicado en cada acto porque todo era hecho con trabajo, los elementos técnicos eran pocos y nos la ingeniábamos. Raulito, había permanecido en silencio, solamente escuchaba, pero en un momento sacó dentro de su carpeta que siempre le acompañaba, una tarjeta… ¿a ver si reconocen esto?…esta tarjeta era la que confeccionó para sus socios el Centro Helvético en los festejos del carnaval del año 1958, se realizaron unos bailes de mi flor, los recuerdo bien porque era en los años que yo trabajé como mozo en el Centro. No dábamos abasto a servir en las mesas, y las orquestas que venían por esas épocas, eran las que sonaban en onda en ese año.
Dice Coco, ya que vos hablaste de onda, yo les voy a recordar de otra onda, la que tenía ruedas, la empresa Onda de ómnibus, ustedes se acuerdan en la época del carnaval los viajes que hacían las combinaciones que llegaban desde Valdense con gente parada hasta en el pasillo, eran otra época indudablemente. Raulito nuevamente se va animando y; me acuerdo cuando yo era joven íbamos a los bailes de carnaval que tenían un éxito tremendo en el Club Universal, la zona de los cotorros porque tenían la camiseta color verde, pasábamos por la comisaría y nos daban un papel con el nombre de las personas que nos disfrazábamos para el baile del carnaval, la teníamos que presentar en la boletería, si no, no pasábamos. Desde Nueva Helvecia iba un ómnibus lleno, mujeres, hombres, disfrazados de cualquier forma, pero muchas veces pasó que alguien se hacía el vivo con otro por alguna copita de más y siempre se la ligaba el que estaba disfrazado. Muchos dejaron esa linda diversión porque se trajeron algún ojo en compota de vuelta. Había permanecido callado aún Juan Carlos, como tanteando el ambiente, él era más joven, los recuerdos de las vivencias de los veteranos eran sus novedades. ¿Y Carlitos que tenés, para decir?… yo les puedo hablar de mi época cuando el carnaval lo organizó la empresa en que yo trabajé, Romi Publicidad de los hermanos Tito y Moris Zetune.
Esto que les hablo fue por la época del 70. Para concretar estas fiestas tuvimos que hacer grandes sacrificios. Me tocaba salir a hacer publicidad rodante para promocionar el carnaval de la plaza pública de Nueva Helvecia por otras localidades, iba en un ciclomotor Ducatti 50 sin cabina, me helaba de frío; mejoraba la situación cuando lo hacía en una marca ISO 150 que ya tenía cabina. Iba por todo el departamento de Colonia y también San José, cuando finalizaba el día quedaba sordo por el sonido de los parlantes. Me acuerdo también cuando el pintor artístico Müller que vivía en Rosario armaba los escenarios para el carnaval que organizaba Romi, con figuras que parecían reales. Me acuerdo de un gran elefante que movía la cabeza, en otra oportunidad una dama que parecía viva, que habilidad para darle vida a la figura. En otro momento había pintado a Patoruzú y a Upa sobre una camioneta Meharí, me acuerdo que auspiciaba la agencia de automóviles Citröen de aquellos años.
Atención que pide nuevamente la palabra Chin Chin:… Ah, pero que notable estuvo cuando el carnaval coincidió con la presencia de un circo que tenía instalada la carpa, no me acuerdo bien si era por la avenida del puerto o por la calle Guillermo Greising al llegar a Dreyer, las dos eran zona de acampar los circos; y como les iba diciendo, ese año el corso lo iba abriendo toda la legión que componía el circo, con sus leones, los elefantes, eran época en que venían completos con animales, y luego los malabaristas, las artistas, los cómicos, y atrás toda la gente divirtiéndose, eran lindos esos años, que te tiró. Ah, ya me acordé del nombre del circo se llamaba “American Circus”. …Nuevamente Raulito: yo tengo entendido que hubo varios años que se formó la comisión pro festejos del carnaval, con gente de peso en el tema que encabezaba don Joaquín Vidal, pero los proyectos presentados superaban mucho los recursos que se podían juntar mangueando a los comercios y gente que gusta del carnaval, y entonces para hacer algo mediocre se optó por que lo mejor era no hacer nada, así recuerdo que pasó varios años.
Chin Chin; sí, y había algunos años que el carnaval se extendía algún día más, cuando los organizadores veían que había éxito, y los quioscos que se armaban seguían vendiendo alimentos, bebidas y recuerdos del carnaval. Ustedes se acuerdan cuando, a eso de las cinco de la tarde, se largaba la carrera de bicicletas, eran infaltables, valía todo, todo tipo de bicicletas y el que quería hacer su debut bienvenido era, casi siempre eran como doce vueltas a la plaza. Siempre se quedaban con los premios los competidores renombrados y otros no alcanzaban a dar dos vueltas cuando se tiraban de la bici casi sin poder respirar del cansancio. Cuando terminaba la carrera de bici, comenzaba el agarre del lechón enjabonado había que cazarlo con las manos y el que lograra atraparlo se lo llevaba en propiedad, esto sí que era divertido, el animal hacía cada movimiento que dejaba en falso al cazador tirado en el suelo. Duraba bastante tiempo hasta que alguien conseguía agarrarlo, se escurría de las manos como por arte de magia. Estimados caballeros, ustedes se están dando cuenta la hora que ya estamos, vamos a tener que finalizar la tenida porque dentro de un ratito nomás prenden la luces de la calle, si pero, esperá dice Ricardo, que me quedó algo en el tintero, se acuerdan los famosos pomos con que te tiraban agua por todos lados, eran batallas campales, hasta que algún avivado que siempre está, echaba a perder todo porque cargaba el pomo con aguas que no eran de la OSE, se pueden imaginar con qué elemento y se armaba lío…si, pero ahora que me acuerdo. Ya a partir de este momento se perdió el orden en el pedido de cada uno a hacer uso de la palabra, ya es a quién habla más fuerte…
Por allá, otro comienza a comentar: Yo, tengo que decir algo más que me acordé, la guerra con agua que hacíamos, no dábamos abasto buscando agua en los surtidores que tenía la OSE en las calles. Y, se acuerdan cuando le prendimos fuego al muñeco que le decían El Judas, y las carreras de embolsados, y las piñatas, las carreras dentro de las barricas, las carreras en bicicleta a lentitud, subir al palo enjabonado…Vamos, vamos señores, se terminó la charla dejen para otro día, “chau, chau, se va la murga”, “la murga se va, se va, se va la murga”, y la calle fue quedando vacía lentamente luego del abrazo entre grandes amigos.
Por Miguel Cabrera Arriaga
Más información y fotos en Port Ratsel